¿En que se resume la vida?
En explosiones de sabores, en explosiones de colores. La vida nos puede dejar el sabor dulzón del chocolate o el amargo del pica- pica, nos puede dejar el resplandor del solo reflejado en el océano o nos puede dejar el negro de lo eterno. Lo importante ya no es el día a día, son los pequeños detalles de estos. Las risas de una compleja clase de mates, las explicaciones ingenuas de historia, la inocencia de un adiós...
Las personas que te acompañan en esos detalles son las que elegirán tu sabor de vida.
Hay personas complejas, otras más sencillas que el mecanismo de un chupete, pero todas especiales.
Quizá algunas más especiales que otra como mi tocaya.
Ella es... Bueno no sé bien como empezar. Ella es pura vida.
Nunca la llegarás a comprender lo que pasa por su cabeza a la primera, quizá tardes cinco minutos o una mañana. No se puede decir propiamente que sea madura, pero eso es una de las cosas que más me gustan de ella, no es madura pero sabe aprovechar sus momento de lucidez.
Tiene risa contagiosa, puedes estar en uno de tus peores días pero siempre podrá sacarte una sonrisa.
Es soñadora, para ella todo esta a su alcance, nada está lo suficiente mente lejos para que llegue a ser inalcanzable.
Nada viejo y todo nuevo, nunca te aburres con ella, no hace falta que te vayas muy lejos para contar algo alucinante.
Su mirada es intensa, observa todo a su alrededor, sus ojos de un color peculiar son inquisitivos y en mi parecer muy bonitos.
Es muy imaginativa, nunca se aburre, siempre está ideando algo nuevo, pintar las llaves, decorar la carpeta o poner como separador un casco.
No está muy cuerda, pero su locura es contagiosa y me transmite seguridad.
A primera vista no pegamos mucho, pero juntas somos una explosión que no mucho aguantan pero que a mí, peculiarmente me hace feliz.
Ella es única, nada peculiar y nada singular.
Su carácter es fuerte y decidido, es inimitable.
Gracias a ella, mi vida tiene un sabor dulzón a chocolate y chicles.